Ya vendrás y me dirás
papá
por qué me llamo así como me llamo,
y te responderé
mencionándote a mamá
que quién sabe dónde estará al tiempo,
cuando vuelvas y me preguntes
también
el porqué de tantas cosas
que no sabré
y que me inventaré acaso
para que me admires por creer que lo sé todo
hasta que te des cuenta de que no,
decepcionada,
pero, quizá, admirándome aún más
por mentir pensando en ti.
Y ya vendrás y me dirás
papá
cómo eras tú con mi edad
y te hablaré entonces de mi mundo
y de los animales que lo habitan
a los que amarás, espero
y cantaremos las canciones que cantaba cuando no te conocía
pero que –te diré al cabo- tienen mucha culpa de que tú estés allí,
diciéndome, por ejemplo,
papá,
felicidades
otro año más
como es el tiempo de veloz cuando no debe.
Y ya vendrás
y dirás nada
altiva,
desengañada,
y gritarás,
seguro que gritarás
papá
déjame en paz
vete a la mierda
y yo me iré,
triste pero tranquilo,
comprendiendo, por experiencia,
que la adolescencia es un lugar donde siempre se tiene la razón.
Aprenderás que no, supongo.
Y ya vendrás,
con otra gente,
y tendrás amigos, tendrás amor, tendrás amigos,
como la Julia de Goytisolo,
y un día, cualquier día
te irás,
da igual a dónde porque todo quedará lejos
muy lejos
y me dirás
papá
te llamo luego
y no llamarás
y tendrás tu vida, que ya no será mía
o sí; pero tan poco
y entonces sí
podré saber
por qué te llamas
así
como te llamas,
Amanda.