Fotostón

Caballos de río

Animalico

La belleza del hipopótamo – dejando de lado su gracioso y rimbombante nombre griego y su afable aspecto de barril con patas cortas y textura plástica- se esconde, o se demuestra, en la linea oculta de su rostro. La metáfora con la que quiero dar el coñazo es la siguiente: si os fijáis en la foto podréis comprobar cómo las orejas, los ojos y la nariz de los hipopótamos dibujan una linea recta perfecta, paralela al agua, que les permite estar zambullidos en sus charcos alerta a cualquier olor, movimiento o sonido. El siguiente juego que haría un buen escritor, o uno malísimo, sería humanizar este concepto, e incluso al animal, y tratar de demostrar que los humanos, en el fondo, y visto lo visto, somos incapaces de hacer todo eso a la vez, y después se enrolaría en un sinfín de extraños eufemismos y de nuevas metáforas que demostrarían cómo los seres humanos somos una mierda pinchada en un palo viejo y cómo los animales no, y en el camino hablaría de la capa de ozono, de la situación económica, de los pobres del hemisferio sur, del maltrato animal – y de la violencia de género si encuentra el hueco -, y del oscurantismo de tantos años de vejaciones y menosprecio a tantas y tantas especies que, como es el caso, nos demuestran que en la naturaleza, y no en el dinero, está la respuesta a todo. Yo, como escritor, también iba a hacer eso, pero me he dado cuenta de que no me apetece nada y de que seguro que entendéis el concepto ya, de tan manido y cierto.

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