De viaje

Del Rey, el deporte y los rincones.

No vengo a aburrir a nadie, igual que García Márquez no venía a decir un discurso.  El caso es que al final él dio muchos e igual yo también termino aburriendo. Pero si lo hago, pues me perdonan, que soy nuevo en esto, y nadie nació viajero, ni titulado, ni sabiendo.

He llegado a Bangkok, capital de Tailandia, epicentro del sudeste asiático, ciudad de los ángeles, como se hace llamar. Para que me estéis agradecidos no contaré detalles del viaje: ni lo que he comido, ni si hubo turbulencias, ni si esta azafata es guapa, ni si ese tiene pinta de ser ese, sino esa, ni si la mujer con velo ni si el hombre con dos mujeres, ni si el lujo de Doha ni si el baño olía a pis, y apenas haré mención al argentino que se sentó a mi lado con los pies descalzos y oliendo peor que un agosto madrileño. Sólo vengo a contar las tres primeras impresiones de Bangkok, las tres primeras notas de esta sinfonía que se irá extendiendo en este pentagrama bloguero a lo largo, esperemos, de varios meses.

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