No sé a quién le dijo Úrsula ni qué demonios contó, pero en menos de dos horas el mercado se llenó de las mujeres que ya habían venido a primera hora de la mañana y volvían a última, pero trayendo entonces a sus maridos para poder cargar con más cosas, y todas pedían carne de más, y frutas de más, y verduras de más, y se gritaban de más entre todos mientras corrían hacia cualquier lado, y hablaban de lo que habría de pasar, cada uno con su historia y su suposición que de tanto repetirla se imponía como cierta. No sé bien si el motor de todo esto fue el miedo o si acaso fue el hecho de que por fin pasaba algo en aquel pueblo, pero el mercado se vació tan pronto como se había llenado, y con el sol aún en lo alto todo el mundo se fue a encerrarse en casa, esperando, esperando tanto y tan a disgusto que los nervios afloraron al final, y fue entonces que se armó la vaina.
Puedes leer el cuento completo (se lee en dos patás) pinchando en Cosas de vieja